Cuentan que hace mucho tiempo existió un Maestro en artes marciales cuya reputación creció tanto que era el más admirado en varios reinos. Nunca le faltaban discípulos y su fama hizo que algunos otros maestros se sintieran algo molestos. En particular uno, que vivía en su mismo reino, y que pensaba que era el mejor en las artes marciales.
Tal es así, que un día decidió retar al gran Maestro para demostrar que no era mejor que él. Cuando llegó a su casa, se sorprendió al ver a un hombre anciano que le abrió la puerta.
– Venía a ver al Maestro, buen hombre. Quiero batirme con él para demostrarle que soy mejor en las artes marciales.
El hombre le miró sereno y dijo:
– Perdone usted que le diga que esa es una idea suicida por su parte. Nadie puede vencer al Maestro, por muy bueno que se crea.
– ¿Pone usted en duda mis capacidades?
Y diciendo esto, tomó una tabla de madera que vio cerca y de un golpe seco la partió en dos con la rodilla.
– Sigo pensando que no podría vencerle nunca… – dijo el anciano- ¿Acaso serías capaz de partir en dos un tallo de bambú con la mano desnuda?
– Supongo que sí, claro…
El anciano desapareció un momento y regresó con un bambú en la mano. Y el joven maestro, por más que intentó partirlo en dos con la mano, no pudo. Ya, dolorido, dijo:
– ¡Es imposible! ¡Nadie puede romper un bambú de este grosor con la mano!
– El Maestro es capaz de hacerlo…
Y el joven, contrariado, dijo:
– Está bien, regresaré en un tiempo y demostraré que yo también soy capaz de hacerlo.
El increíble grito del gran Maestro
Así que el joven maestro se retiró y estuvo dos años enteros practicando para conseguir romper el bambú con un golpe de la mano desnuda. Le costó mucho esfuerzo, pero al final, sus músculos se endurecieron y lo logró, y entonces regresó triunfante a la casa del gran Maestro.
– Usted otra vez- dijo el anciano al abrir la puerta.
– Sí, diga usted al Maestro que puedo demostrar que soy mejor que él. Puedo romper el bambú con la mano- dijo él.
El anciano trajo un bambú y el joven, después de concentrarse durante un rato y pegando un terrible grito, dio un golpe seco al bambú con la mano y lo partió en dos. Entonces, sonrió complacido.
Pero el anciano, algo molesto, le dijo:
– Perdone usted, pero se me olvidó recalcar que el gran Maestro es capaz de romper el bambú con la mano pero sin tocarlo.
– ¡Me está usted tomando el pelo! ¡Eso es imposible! Empiezo a dudar también de la existencia del gran Maestro, que tampoco ha sido capaz de dar la cara…
Entonces, el anciano tomó un bambú y lo ató a una cuerda que pendía del techo. Cerró los ojos, se concentró y, dando un increíble grito que surgió desde lo más profundo de su ser, dio un golpe con la mano dejándola a cinco centímetros del bambú, el cual, se partió en dos sin que el hombre lo llegara a tocar.
El joven maestro se quedó totalmente sorprendido, y lleno de vergüenza, pidió perdón al anciano y le pidió que le aceptara como discípulo.
Moraleja: «Nunca sabrás el potencial que tienes si no eres capaz de librarte de la soberbia»