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Había una vez un niño que delataba a todos, cuando alguien preguntaba quien hizo o dijo algo en específico, el niño de inmediato decía al nombre de quien lo había hecho. En su colegio, ningún otro niño hablaba, ya que todo lo respondía el niño. Y por falta de uso, los demás fueron poco a poco perdiendo sus bocas y no podían decir nada.
El niño se sentía solo y aburrido, los demás no podían hablarle y tampoco querían estar con él, ya que lo culpaban por haberlos dejado sin boca. Entonces, el niño tuvo que buscar una forma de arreglarlo, y la mejor idea que tuvo fue hacer preguntas y no contestarlas, para ver si alguien podía hacerlo. Su truco funcionó, las bocas de los demás empezaron a aparecer y abrirse nuevamente.
Así, el niño pudo hablar con sus compañeros y decidió dejar de delatar a todos, porque entendió que era mejor dejar que las personas contaran sus secretos a su propio tiempo, e incluso si decidían no hacerlo, estaba bien.
Moraleja
No cuentes los secretos de los demás.