28 ene 2021

Hay cada uno.





 Era un renombrado maestro; uno de esos maestros que corren tras la fama y gustan de acumular más y más discípulos. En una descomunal carpa, reunió a varios cientos de discípulos y seguidores. Se irguió sobre sí mismo, impostó la voz y dijo:

–Amados míos, escuchen la voz del que sabe.

Se hizo un gran silencio. Hubiera podido escucharse el vuelo precipitado de un mosquito.

–Nunca deben relacionarse con la mujer de otro; nunca. Tampoco deben jamás beber alcohol, ni alimentarse con carne.

Uno de los asistentes se atrevió a preguntar:

–El otro día, ¿no eras tú el que estabas abrazado a la esposa de Jai?

–Sí, yo era –repuso el maestro.

Entonces, otro oyente preguntó:–¿No te vi a ti el otro anochecer bebiendo en la taberna?

–Ése era yo –contestó el maestro.

Un tercer hombre interrogó al maestro:

–¿No eras tú el que el otro día comías carne en el mercado?

–Efectivamente –afirmó el maestro. En ese momento todos los asistentes se sintieron indignados y comenzaron a protestar.

–Entonces, ¿por qué nos pides a nosotros que no hagamos lo que tú haces?

Y el falso maestro repuso:

–Porque yo enseño, pero no practico.

Fiaris por decisión propia bloguera por casualidad.