Un hombre vino muy temprano a presentarse en el palacio del profeta Salomón, con el rostro pálido y los labios descoloridos. Salomón le preguntó: "¿Por qué estás en ese estado?" Y el hombre respondió: "Azrael, el ángel de la muerte, me ha dirigido una mirada impresionante, llena de cólera. “Manda al viento, por favor te lo suplico, que me lleve a la India para poner a salvo mi cuerpo y mi alma." Salomón mandó, pues, al viento que hiciera lo que pedía el hombre. Y, al día siguiente el profeta preguntó a Azrael: "¿Por qué has echado una mirada tan inquietante a este hombre, que es un fiel? Le has causado tanto miedo que ha abandonado su patria." Azrael respondió: "Ha interpretado mal esa mirada. No lo miré con cólera, sino con asombro. En efecto, me había ordenado que fuese a tomar su vida en la India y me dije: "¿Cómo podría, a menos que tuviese alas, trasladarse a la India?»
¿De quién huyes tú? ¿De ti mismo? Eso es algo imposible. Más vale poner uno su confianza en la verdad.
La verdad es verdadera pero hasta de ella dudamos. Una bonita moraleja. Abrazos
ResponderEliminarYo no huyo.
ResponderEliminarNi de los Dioses ni de los diablos.
Besos.
Leo y reflexiono...saludos
ResponderEliminarA donde nos vayamos... allí siempre estaremos con todo tal cuales somos, así que no podemos huir. Solo interiorizar para resolver nuestros conflictos.
ResponderEliminarBesos.
Muy buena moraleja la de este cuento.
ResponderEliminarBesitos!
A veces huimos sin saber de que o de quien, son inexplicables nuestros miedos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando estamos en paz con nosotros mismos, no necesitamos escondernos, es cierto.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo, amiga.
Esta reflexión es muy profunda. Hay que tener mucho valor para enfrentarse a la muerte.
ResponderEliminarAbrazos
Otro problema de autoestima. Huir nunca es la solución.
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