El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de matarlo. Sin embargo, la roca pasó por su lado y Devadatta erró. El Buda se dio cuenta de lo sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
-¿No estás enfadado, señor?
-No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:-¿Por qué?
Y el Buda dijo:
-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.
Ni tu ni yo somos los mismos.
Ni tu ni yo somos los mismos.
Tras un suceso significativo las personas ya no somos las mismas. Me he encantado esté cuento que nos hace reflexionar.
ResponderEliminarMil besitos con cariño y feliz día ❤️
Nada queda suspendido, cada instante en un segundo ya es pasado... y no somos los mismos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy sabio el Buda. Saludos amiga.
ResponderEliminarEl tiempo nos ofrece la capacidad de superar y comprender.
ResponderEliminarUn cuento pára la reflexión.
Muchas gracias por esta maravillosa reflexión. Saludos
ResponderEliminarTodo está en constante evolución, amiga...Todo cambia, nada permanece quieto.Un cuento muy bueno para no olvidarlo.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz finde, FIaris.
Para reflexionar.
ResponderEliminarSaludos.
Gran lección de perdón. Pocos volverían a confiar.
ResponderEliminarUn abrazo.