"Cuenta la leyenda que había un pueblo en el que se producían incendios devastadores con gran frecuencia, que arrasaban con las casas y los edificios de todo el mundo a cada poco tiempo.
Los habitantes del pueblo decidieron reunirse un buen día para poner fin a la oleada de incendios que se producían cada vez con más frecuencia y para ello pusieron en común una serie de propuestas aportadas por todos los lugareños.
Enmedio de la reunión y entre todo el griterío que se había organizado, un joven alzó la voz y explicó su propuesta:
-Me he dado cuenta de que cruzando el pueblo, al otro lado del bosque hay un pueblo muy similar al nuestro que nunca tiene incendios como los que tenemos nosotros. Propongo viajar hasta allí y averiguar cuál es su secreto.
Al escuchar las sabias palabras del joven, todo el pueblo estuvo de acuerdo en que esa era la mejor opción, así que le encomendaron la difícil misión de viajar al otro pueblo y recabar información útil para solventar el problema de los incendios.
Tras largas horas de viaje, el joven llegó finalmente al pueblo que se encontraba al final del bosque, donde un grupo de lugareños le esperaba amistosamente para explicar su secreto.
-No es que tengamos menos incendios que vosotros - le comentaron los vecinos del nuevo pueblo- Simplemente nos preocupamos más de apagarlos cuanto antes y con más rapidez que vosotros. -Y cómo hacéis para apagarlos antes que nosotros? Preguntó el joven confuso. -Muy sencillo, tenemos un clarín (una especie de corneta), que tocamos en seguida que se produce un incendio para alertar al resto del pueblo.
Tras oír el gran secreto, el joven regresó rápidamente al pueblo para contárselo a todo el mundo. Una vez allí compraron un clarín que colocaron en el centro de la plaza del pueblo, sobre un atril.
De esta forma, tanto el joven como todos los habitantes del pueblo ya estaban seguros de que sus problemas con los incendios se habrían acabado, ya que haciendo uso del clarín se podía advertir rápidamente a todo el mundo.
Sin embargo, en la realidad eso no fue lo que ocurrió, ya que en ese pueblo nadie sabía tocar el clarín y los incendios siguieron sucediéndose y arrasando todo sin que ningún habitante pudiera hacer nada".
La moraleja que nos cuenta esta historia es que a veces no sirve imitar a alguien para solucionar nuestros mismos problemas, sino que debemos contar con los conocimientos propios y herramientas que nos permitan sacar nuestras propias soluciones adelante.
Es cuestión de volver al pueblo y pedir el manual de instrucciones del clarín.Acto seguido hacer un cursillo para que haya varios siempre disponibles y dispuestos a tocarlo, al menor asomo de peligro por el fuego.
ResponderEliminarSaludos.
Como decimos por aquí, cada persona es un mundo.
ResponderEliminarSaludos
Una de las mejores moralejas que he leído. Necesitamos estar mas preparados para lo que queramos hacer. Un abrazo
ResponderEliminarBuena y didáctica leyenda, gracias Fiaris.
ResponderEliminarAbrazos
Podían haber puesto un pito, que lo sabe tocar todo el mundo. Claro que, entonces, nos habríamos quedado sin leyenda.
ResponderEliminarBromas al margen, interesante entrada.
Besos.
Una muy buena lección de vida.
ResponderEliminarBesos, Fiaris. ¡Ah!, felicidades a tu jardinero.
A nadie se le ocurrió aprender a tocar el clarinete. Me ha gustado leerte Fiaris.
ResponderEliminarBesos.
Una interesante moraleja amiga Fiaris y realmente así es.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Pues sí.
ResponderEliminarBuena moraleja.
Besos.
Buena enseñanza uno debe solucionar sus problemas Te mando un beso.
ResponderEliminarUna muy buena lección de vida, somos los arquitectos de nuestro destino.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto. Cada problema y cada lugar, una solución diferente.
ResponderEliminarSaludos, abrazos y besos mil.
Transplantar soluciones es lo que tiene...
ResponderEliminarUn saludín!
¡Ja,ja,ja! Muy buena enseñanza de vida.
ResponderEliminarUn abrazo, Fiaris.
Muy acertada la moraleja, cada uno debe afrontar sus propios problemas.
ResponderEliminarMil besos, guapa.
Hola Fiaris, asi es como dice la moraleja, cada persona es un mundo y son diferentes las soluciones para cada problema.
ResponderEliminarBesos.